(El Economista)

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El rechazo alemán a los planes alternativos del nuevo Gobierno griego significa, en la práctica, que Berlín consigue que Europa hable con una sola voz para lanzar el mensaje de que la UE está dispuesta a echar a Grecia del euro si no cumple con la hoja de ruta marcada. Bruselas se alinea con el BCE: Grecia necesita ampliar el rescate para negociar las reformas.

Los ministros de Finanzas de Alemania y Grecia, Wolfgang Schäuble y Yanis Varufakis, evidenciaron este jueves, tras su primer encuentro en Berlín, sus posiciones totalmente opuestas para abordar la crisis de Grecia.

El tono de las casi dos horas de conversación fue amable, pero el alemán envió a sus colegas griegos a casa sin ninguna concesión. “Nos hemos puesto de acuerdo en que no estamos de acuerdo”, bromeó al comienzo de la rueda de prensa conjunta con su homólogo griego, quien no dudó en corregirle y señalar que “no se ha llegado a ningún acuerdo, ni tan siquiera en estar en desacuerdo”. Varufakis pidió “un poco de tiempo, la más valiosa de las concesiones”, para preparar un plan que permita solucionar la crisis de Grecia. Planteó la importancia de alcanzar “un acuerdo puente” hasta mayo que ayude a Grecia mientras se trabaja en un nuevo contrato para el país.

“Ninguna otra nación puede comprender la situación en Grecia mejor que Alemania”, insistió el responsable griego de Finanzas, quien recordó el ascenso del nazismo en Grecia, donde Amanecer Dorado es el tercer partido más votado, y señaló la importancia de evitar “una depresión como las de los años 30 que divida a Europa”.

Por su parte, Schäuble mantuvo la postura que Alemania ha defendido siempre: Grecia debe reconocer a la troika como interlocutora y tendrá que ceñirse a lo pactado con el Gobierno anterior si quiere ayuda económica. Expresó su escepticismo respecto a varias de las medidas del nuevo Gobierno griego, aunque subrayó el respeto de Berlín a la voluntad de los ciudadanos de otros países. “Se ha llegado a los límites legales a la hora de prestar asistencia”, dijo, y subrayó que cualquier cambio en el programa de ayuda debe contar con el acuerdo de las partes implicadas.

Atenas acepta el 70% del plan
“Grecia no quiere un nuevo rescate, quiere un nuevo contrato”, aseguró Varufakis, quien indicó que el 70% de los contenidos del programa actual serían válidos para su Gobierno. “No hay nada malo en tratar de poner en práctica lo prometido, pero cuando es a costa de otros no es realista”, apuntó su homólogo alemán, quien subrayó que la opción de una quita “no está sobre la mesa”.

El portazo de Alemania a negociar concesiones encendió los mercados, que luego se dieron la vuelta ante una información de Bloomberg, con fuente en el rotativo alemán Welt, que filtraría la disposición del Banco Central Europeo a facilitar hasta 60.000 millones de euros a los bancos griegos en préstamos de urgencia. El BCE permitirá que los bancos griegos pidan esa cantidad a través del Banco de Grecia, según esta fuente.

La institución de Fráncfort declinó pronunciarse oficialmente, pero fuentes cercanas revelaron que Mario Draghi elevará el límite máximo de los préstamos de emergencia del banco central griego a los bancos comerciales en el país, que hasta ahora estaba limitado a 10.000 millones, hasta los 60.000 millones.

El Gobierno griego se mostró satisfecho con esta única concesión recibida. De este modo, el sistema bancario está protegido, dijo un funcionario del Ejecutivo en Atenas. Los bancos de la zona del euro pueden recibir crédito del BCE a través de las operaciones de política monetaria ordinarias, pero también, excepcionalmente, mediante la provisión urgente de liquidez, aunque estos préstamos son más caros.

La medida evita una asfixia bancaria en Grecia, después de que el miércoles el BCE anunciara que dejará de aceptar bonos helenos como garantía en sus operaciones de liquidez a partir de la semana que viene. Atenas contemplaba que esto pasara a partir de marzo.

El 28 de febrero expiran los dos meses de prórroga del plan de rescate que pactó la troika con el anterior Ejecutivo para alcanzar un acuerdo sobre el último tramo del programa, valorado en 1.800 millones. Pero ante la clara intención de Syriza de redefinir las reglas del programa y su rechazo a la troika, el BCE dio un puñetazo sobre la mesa y anunció que la medida se aplicará a partir del 12 de febrero, argumentando que “en estos momentos no es posible asumir una conclusión exitosa de la revisión del programa”.

Atenas encaja el mensaje
Ni sorpresa ni estoicismo en Atenas al recibir los mensajes alemanes. El propio Varufakis había previsto en diciembre que un eventual Gobierno de Syriza correría el riesgo de encontrarse bajo una amenaza de liquidez por parte del BCE. Porque así se percibe el anuncio del rechazo a aceptar los bonos griegos como garantía, como una amenaza, una estricta presión sobre la política de Syriza. En cualquier caso, el sistema bancario griego no depende en gran medida del uso de la deuda griega como aval de liquidez.

Este jueves, durante el juramento del nuevo Parlamento, en Atenas, el primer ministro, Alexis Tsipras, declaró que “el país no puede ser chantajeado”, y reiteró la decisión de dejar de negociar con la troika y buscar vías alternativas de diálogo con los socios internacionales. Apeló, además, al respaldo del electorado.

Lo que hay que destacar, a su juicio, es la manifestación en Syntagma, la plaza central de Atenas, frente al Parlamento: por primera vez la gente no se congregó para protestar, sino para expresar su apoyo al Gobierno heleno, en un momento delicado de las negociaciones con Europa. Ha sido un hecho sin precedentes para Atenas, al que se suma la ausencia completa de fuerzas policiales.

Varufakis prevé reunirse hoy con portavoces de la Casa Blanca, aunque no se espera más que una toma de contacto.

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